"¿Vienes?", es lo único que me preguntas, allí, en el filo, en el borde de la azotea, con decenas de metros por debajo, aunque en la zona azotada por el viento, se diría que son muchos más... El mundo se extiende, infinito, a nuestro alrededor, pero tú lo miras sin interés, el baile de luces y sombras, de futuro y pasado, como si nada importase ya en el fondo... Y te veo, hermosa, más hermosa y mágica que nunca, con tus vaqueros negros desteñidos y con cortes, tu top negro bajo una amplia camisa blanca, tus labios y uñas pintados de "rojo furcia" (al menos, así es como tú lo llamas), tus botines de cuero negro...

Aquella tarde, mi único interés era vender la suficiente mierda para encontrar un sitio caliente donde pasar la noche... Y en lugar de eso, te encuentro a ti... Es un poco encontrarme a mí mismo, pero en tía, un pelín flacucha para mi gusto, pero con la misma pasión por la vida, por los libros y por la música, que yo... Me llevas a tu casa, tus padres han salido varios días de viaje, o al menos eso es lo que me has dicho, y yo no tengo por qué dudarlo, ¿verdad? No sé, me siento raro en aquella casa, no te pega nada... al menos, eso es lo que pienso hasta que me enseñas tu habitación... Hay pilas de libros y de Cd´s por todas partes, en las estanterías, sobre la mesa, incluso en la cama, de matrimonio, tienes la mitad ocupada... Si esta noche pretendemos dormir juntos, habrá que despejarla... Todo tiene un aire de cuidada dejadez,. no hay ni restos de comida, ni polvo, casi parece un fantástico decorado... y sigo sin sentirme bien... Me das un par de toallas, y una muda, "por si quieres ducharte", y como es cierto que hace cinco días desde mi última ducha, acepto encantado, que esta primavera está haciendo muchísimo calor... Aunque solo sea por quitarme las botas, agradezco la ropa, un poco extraña, que das para que me cambie: una camiseta de Iron Maiden sin mangas, un pantalón de chandal de felpa, calcetines de deporte, y unas inverosímiles zapatillas de monstruos, con ojos y todo... También me preguntas si quiero lavar toda mi ropa sucia, para llevármela en condiciones cuando me vaya ("tengo una secadora muy rápida, y no hará falta plancha", me dices)...
Después de la ducha, que prolongo media hora, para sentirme bien limpio, salgo con mi "nueva imagen", con la cresta tan aplastada, que insistes en hacerme una foto con el móvil... Yo saco la lengua, luciendo piercing, y tan contentos... Cenamos en la cocina, una pizza congelada super buena, y varias tarrinas de helado... Luego, vamos a tu habitación, entre los dos despejamos tu cama, lo que no nos lleva ni diez minutos, estiramos las sábanas, que no tienen ni una mota de polvo, y nos tumbamos a escuchar "Oasis", mientras nos pasamos un porro... No deja de tener su gracia: soy un traficante, pero lo más duro que me meto es un poco de "maría", de pascuas a ramos... Estoy muy nervioso, quizás por la música, o por las luces, o por ese fugaz atisbo del cuarto de tus padres, que me hace pensar a un decorado de televisión: demasiado perfecto, demasiado limpio, y más para llevar varios días fuera... La cocina y el cuarto de baño también dan el pego, pero me sigo notando raro... igual es la pizza que me ha sentado mal... Empiezo a mirarte con otros ojos... tienes un cuerpo de diosa, disimulado por aquellas ropas de mendiga... Me encantaría hacer el amor contigo aquella noche (qué raro, siempre digo "follar"), que nos desnudásemos lentamente... Pero tú eres quien toma la iniciativa... "¿Qué edad tienes?", te pregunto... "Dieciséis", me dices, pero lo más probable es que tengas quince... Estás hermosa a la luz de las velas, que has encendido minutos antes de desnudarte por completo... Hacemos el amor varias veces, con ansias, con ímpetu, sin complejos, y con mucha más energía de la que yo creía posible encontrar en nuestros cuerpos...
Y luego, nos damos otra ducha, pero esta vez juntos, aunque no nos metemos en la cama... "Vístete", me dices, que tu ropa ya está limpia y seca, lo que no me extraña, pues han pasado casi dos horas desde que empezamos a amarnos (aunque no recuerdo que la metieras en la secadora)... Huele bien, a suavizante, a jabón de calidad y, quién sabe, a esperanza... "Ven conmigo, a la azotea", me dices, y yo voy... Total, no tengo nada mejor que hacer... "¿Crees en las hadas?", me preguntas... Y, aunque en un primer momento me apetece responder "No, son una gilipollez para niños", algo en mi interior, quizás precisamente ese niño que se niega a crecer, te dice "Sí... creo en ellas..." Entonces me dices: "Si te pido que te tomes esta píldora azul, que me beses, que tengas fe, y que saltemos juntos desde esta azotea... ¿Lo harías?" Y yo, en el fondo, un romántico, y tontorrón empedernido, te respondo: "Sí, lo haré... Pero solo si me dices tu nombre..." En ese momento, me respondes: "Wendy...", y juntos damos lo que podría haber sido el último paso de nuestras vidas, nos elevamos...
Esa sensación de libertad absoluta que provoca el vuelo, y más aún junto a la persona amada... El hacer piruetas entre la niebla, esquivando los edificios por milésimas, la impresión de ser el rey del mundo... es algo que no tiene comparación... Y no dejo de mirarla a ella, mi dulce Wendy, quien me mira quizás un poco preocupada, y me dice: "Espero que ya habrás tenido aventuras suficientes para los próximos diez años, Peter, que los niños perdidos, los piratas, incluso el Capitán Garfio llevaban mucho tiempo preguntando por ti..." "Tranquila, Wendy, que me he traído un par de juguetitos de este futuro, que nos serán de gran utilidad..." Y, en aquél momento, saco de cada una de mis botas un MP4 con un terabite de capacidad, y lo más importante, con células solares auto-recargables, además de un juego de altavoces compactos de cromo vanadio de la máxima calidad...
Y, el resto del viaje, lo hacemos escuchando, entre otros, a "Pink Floyd"... Y mientras escuchamos "Shine on you crazy diamond", le pregunto algo que llevaba un buen rato rondándome la imaginación... "Wendy, y si hubiera respondido que no creo en las hadas, o no me hubiera tomado la pastilla azul´... ¿qué habría pasado?"... Durante unos minutos, guardas silencio, pero luego me dices: "Casi nada... Te habrías matado otra vez...", me respondes... "Vaya, entonces, no es mi primera escapada al mundo real..." "No, pero sí la más prolongada...", me respondes... "¿Y existe alguna manera de saber cuántas veces he... terminado mal?", te pregunto... "Es sencillo, fíjate en el número de medias lunas o de franjas blancas que tienes en el dedo pulgar de la mano derecha..."
"Tengo siete medias lunas... está claro que debo ser un poco más serio, más cordial con todo el mundo, y poner al día a los niños perdidos con Michael Jackson...", le dije a Wendy... "y en cuanto a ti... me encanta cuando te pones descarada y dominante..."
Y seguimos bromeando, y escuchando una gran música, hasta el país de Nunca Jamás...
"Tengo siete medias lunas... está claro que debo ser un poco más serio, más cordial con todo el mundo, y poner al día a los niños perdidos con Michael Jackson...", le dije a Wendy... "y en cuanto a ti... me encanta cuando te pones descarada y dominante..."
Y seguimos bromeando, y escuchando una gran música, hasta el país de Nunca Jamás...
No hay comentarios:
Publicar un comentario