sábado, 27 de agosto de 2011

QUERIDO LUZBEL...

Nunca se me han dado bien las despedidas... por eso, igual que con "Linda", prefiero escribirte una carta... que igual entenderás ya en este momento... o en cualquier otro que consideres oportuno...

¿Cómo te puedes despedir de un espíritu guía, de un amigo que ha estado a tu lado en los do años más duros de toda tu vida hasta el momento, y que quieras o no, siempre ha encontrado el maullido, la palabra o el gesto exactos, para hacerse entender?

¿Cómo admitir que tu tiempo en esta vida "humana" y "felina" se está terminando, mientras que el mío todavía continuará de manera más prolongada?

Sobre todo, ¿cómo puedo hacerte comprender que no ha sido tuyo el fallo, que contra el amor que se muere y el reino de la indiferencia; la lucha a muerte entre creencias religiosas, formas de vida y de muerte; y sobre todo, la ausencia de esperanza, no podías hacer más de lo que has hecho?

Y no poder hacer nada, salvo mirarte, como nunca antes lo había hecho: como un alma, igual que la mía, atrapada en un cuerpo fruto del azar... A veces, creo que nadie más en esta semi-desolada casa (alusión a Charles Dickens) se ha dado cuenta, hasta ahora, de tu estado... Ya no puedes mover casi las dos caderas traseras, ni agacharte para lamerte el pecho, o las patas delanteras.. Hace semanas que no subes de un brinco a las sillas del comedor, que trepas por el bazo del sofá...

La desesperación de ser solamente un juglar de las palabras, con algo de reiki, y algunas intuiciones, pero nada más...

Y escucharte, casi todo el día, maullar su nombre, a tu manera... "mamaauuu..." frente a una puerta que ya nunca te abre... Claro, el mío es muy largo, lo sé... Te despista el olor a incienso del despacho, y del comedor, donde he quemado un poco esta mañana... espero que te lleves bien con el colgante de lapislazuli, en vez de ese horror de cascabeles que aguantas toda la vida... mañana iré a buscarlo...

Y me dsespera, también, ver cómo te pasas casi todo el día y parte de la noche mirando por la ventana del salón, hacia el jardín, hacia el sol y la vida, que solo recuerdas en su versión limitada... Escucho "Moon River", en la versión del trompetista Clifford Brown.. y temo que sea el último regalo de esta noche..

El primero ha sido ese festival de círculos alrededor de mis piernas, formando ángulos de protección, y enroscándote en mi regazo... El segundo, cuando me has dejado ganarte en un duelo de parpadeos (la primera en doce años desde que nos conocimos)... El tercero, al acercarte a mis manos, que me ardían... Y el cuarto, cuando has respondido a aquél extraño nombre, que he susurrado tres veces desde el otro extremo de la cocina, hacia el salón... Y has venido casi corriendo... y casi te caes... despatarrándote como cuando jugábamos hace años en el pasillo de Espíritu Santo...

"Luzbel"... sí, un poco extraño para un gato... pero no para un espíritu guía: quiere decir bella luz... pero con el apellido, creo que te lo inventaste sobre la marcha, me hiciste reír "aunque puedes llamarme Clarence... como aquél otro ángel..."

Me has dejado acunarte unos minutos entre los brazos, y luego te he llevado al sofá... Luego, he comenzado a escribir el relato, y he recordado un enorme llamador de ángeles de color azul cobalto, con los símbolos del yin y el yang en relieve blanco y negro... y lo he colgado del asa de tu cuna...

Querido Luzbel... o Clarence... solo puedo decirte una cosa...

Gracias...