sábado, 22 de mayo de 2010

EL VIEJO MAESTRO...


Al ver de nuevo aquellas viejas hileras de pupitres, tatuados por el paso del tiempo...Y recordar el sonido de las recias telas de después de la Guerra Civil contra los bancos, al menor movimiento... Cuando pasa de nuevo la mano por la superficie de la vieja pizarra... El viejo profesor, con sus alpargatas de esparto, su cachimba colgando de la comisura de los labios, su mono de trabajo y su gorra azul, no puede evitar que una tierna sonrisa ilumine su recia cara... Cara de alguien que ama el campo, la vida al aire libre, sentir día tras día y año tras año las caricias del sol, de la lluvia, del viento...


Lentamente, con esa parsimonia que otorgan tal vez los muchos años de vida, se desplaza hasta su vieja mesa, con el cajón ligeramente descolgado en el costado izquierdo, algunos chicles pegados por los alumnos, y su silla, que en cierto modo tanto ha echado de menos... Él no era un profesor "como los de antes", es decir, no le gustaba quedarse sentado, hierático cual gárgola, detrás de la mesa, que muchas veces parecía actuar como barricada entre dos mundos: el de la ciencia, y el real (el de sus alumnos). Por eso, sus explicaciones sobre Historia de la Literatura, o directamente sobre Historia, las impartía siempre de pié, en un costado del estrado, y antes de empezar cada sesión, dedicaba casi diez minutos a escribir en el pizarrón el esquema fundamental de lo que iba a contar... Y disfrutaba, paseando entre los pupitres, respondiendo a ciertas preguntas, y silenciando otras, para evitarse complicaciones con el Régimen y sus representantes, inspectores y soplones de toda laya...


Curiosamente, los alumnos parecían apreciar su forma de transmitir conocimientos, de la manera en que se desplazaba por la clase y, al menos en su asignatura, guardaban un respetuoso silencio... Roto, de vez en cuando, por algunas preguntas más o menos pertinentes, y tal vez alguna risa... Es cierto que, en ocasiones, se podía formar algún pequeño alboroto, pues incluso hasta aquella pequeña ciudad de la provincia de Soria llegaban los ecos de algunas manifestaciones obreras en la capital, sobre todo en los primeros años de la Dictadura franquista, con la maldita "caza de rojos"... Y que en un par de ocasiones tuvo que rendir cuentas ante el Inspector Educativo, por los métodos que empleaba, pero por otra parte consiguió evitarlos sin demasiados problemas, pues los resultados de sus alumnos eran excepcionales...


Tal vez, el secreto, o uno de los secretos, fuera que él los trataba como a seres humanos, dotados de inteligencia, capaces de pensar y de descubrir verdades por sí mismos, aunque en algunos momentos necesitasen de un poquito de orientación... Su único truco era, por lo tanto, el respeto, y mucha paciencia... Entre sus alumnos, había de todo: hijos de rojos, de republicanos, de comunistas, en definitiva, de los perdedores de la Guerra, que se distinguían de los demás por el cuidado que ponían en manejar y utilizar sus materiales, que eran muy escasos; y también había otro grupito, de vencedores, con sus batas en perfectas condiciones, sus inmaculados cuadernos, lápices y bolígrafos, sus libros nuevos, y el desprecio con que miraban al resto de alumnos, la "plebe", la "morralla"...


Ahora, mientras pasea su cansada vista por los distintos bancos de "su" aula, que se han conservado en buenas condiciones durante todos aquellos años, casi le parece que, lentamente, los bancos se van poblado con algunos de sus antiguos habitantes, los del curso 1959-1960, con quienes llegó a establecer una relación muy especial... Allí están de nuevo, Luisín, Fernandito, Rómulo, Remo, Aristóteles, Ambrosio, Ricardo, Braulio, Fausto, David, el otro David, Rogelio, Odoacro, Gerardo... Con sus batas, sus cabezas rapadas al cero, sus miradas anhelantes, mientras esperan, en aquella mañana de viernes, a que él les cuente una historia, o un cuento pues... ¿Acaso existe una mejor manera de dar una clase de Historia de España, que con un buen cuento?

Y por eso, frente a "su" clase, que ha sido convertida en la pieza central de la exposición "La evolución de la enseñanza en España desde los años cuarenta"... Donde una vez más se sentaban "sus" alumnos... El viejo maestro, a quien el fondo bien poco le importa el paso del tiempo (pues es una de las mayores ventajas de estar muerto), igual que buena parte de sus alumnos, no puede resistir la tentación de, dando una palmada, comenzar su pequeño discurso...

"Queridos niños: hoy hablaremos de los mitos de la Roma clásica; de dos hermanos que, amamantados por una loba, cambiaron la historia del mundo..." Y allí están casi todos ellos, pendientes de sus palabras, pequeña reunión de fantasmas con ansias de aprender en el corazón de Madrid... de recordar viejas historias, y sensaciones, de volver a ser niños otra vez...

Pero claro, esto es otra historia... De esas que cuenta el viejo maestro...


viernes, 21 de mayo de 2010

EL PEQUEÑO VIOLINISTA


Cuenta la leyenda, que en la ciudad de Praga, a principios del siglo XIX, vivió una vez un joven violinista, un auténtico virtuoso, cuyos conciertos en el Puente de las Cadenas llegaban incluso a paralizar el tráfico de carros, caballos y carretas, y que en múltiples ocasiones, los mismos agentes del orden que acudían a detenerle, o al menos a pedirle que lo reanudase en otro lugar de la ciudad, terminaban tan subyugados por la música, que formaban en torno a él un cordón protector, y pedían silencio... Incluso las aves en el cielo detenían su curso, para escucharlo mejor, o bien se posaban sobre los sombreros del respetable, para disfrutar del concierto...

Muchos especulaban sobre cómo era posible que un violinista de semejante prestigio sea un músico callejero, que no actúe frente al rey y los notables cada noche, que lleve un raído traje de etiqueta y un viejo sombrero, ni mucho menos que esté allí cada dos días, sin más pausa que la necesaria para beber un vaso de agua, comer algo, y con la mayor discrección, dar de comer a las palomas... Y les inquietaría mucho más el descubrir que, cada una de esas tardes, después de recoger el dinero, no se lo queda... Se dirige a la iglesia de San Nicolás, y lo deposita en el cepillo de las limosnas... y una vez cumplido el ritual, regresa a su casa, se cambia de ropa, y cuando está más presentable y vestido más en consonancia con su posición, dedica buena parte de la noche a las fiestas mundanas, pues no en vano es el sobrino del rey...
A veces, se pregunta cómo es posible que no le reconozcan, durante las jornadas que pasa tocando en el puente, mas en el fondo, no le importa... Igual da que le descubran, debe cumplir con su pacto... No se trataba de algo tangrave como el pacto de Dorian Gray, ni mucho menos... Pero sí es cierto que había condicionado su éxito social y literario, en aquella doble misión de alegrar los días y las horas de sus conciudadanos, y al mismo tiempo, de hacer penitencia, al entregar la totalidad de sus recaudaciones a la Iglesia... Con el paso de los años, el joven sobrino del rey sigue cumpliendo con su ritual, todos los lunes, miércoles y viernes del año, con alguna excepcional modificación de su rutina, por motivos tales como la enfermedad y muerte de su ilustre tío...
Ya no es precisamente un adolescente que, seducido por las supuestas mañas y trucos de una vieja gitana, se decide a entrar en la extraña tienda, llena de volutas de incienso, cardamomo, yerba gatera y otras plantas aromáticas, de fines desconocidos, al menos para él... "Estás interesado por la juventud, la belleza y la vida... pero sin embargo, incluso teniéndolo todo, notas que no tienes nada... ¿Cuál es pues tu objetivo, al venir a verme esta tarde?", le pregunta una voz profunda y cascada, desde el rincón más oscuro de la estancia..."Curiosidad, sobre todo...", esa es su respuesta... "Una cosa es que te mientas, que te engañes a ti mismo... pero otra muy diferente es que pretendas engañarme a mí... Como casi todos los jóvenes, y los no tan jóvenes, buscas poseer algún don que te diferencie de los demás... Siempre te ha gustado tocar el violín, pero jamás has pasado de ser un aficionado con buena voluntad... ¿Te gustaría ser un virtuoso durante diez años? ¿Y después de morir, vivir para siempre?"
Ludvig Von Raumz, pues así se llama nuestro violinista, que acaba de cumplir los cuarenta, y cuyo único hijo ya ha formado su propia familia, al principio duda en aceptar o no la proposición de la anciana gitana, mas al cabo de escasos minutos, mueve afirmativamente la cabeza, al mismo tiempo que murmura: "Diez años de triunfo absoluto... y luego ser inmortal... Es un buen trato, anciana... Pero... ¿Qué quieres a cambio?" "Tu alma, eso es todo...", comenta ella, al mismo tiempo que un extraño brillo rojizo surge en el fondo de sus pupilas, lo que deja lugar a pocas dudas sobre su identidad... Ludvig, una vez más, asiente... Y con un apretón de manos, el pacto queda sellado...
A partir de aquél momento, y durante la siguiente década, Ludvig Von Raumz se convierte, no solamente en el violinista favorito de la Corte, ni siquiera de Praga, pues a sus conciertos asistieron desde el canciller Metternich al mismísimo zar Alejandro... De sus intervenciones, que pasaron a formar parte de su leyenda, destacaba uno de los principales críticos musicales del momento afirmaba que "Lo que me cuesta entender es que, con todo este talento, con toda ese virtuosismo, no hubiera destacado anteriormente su talento. Cuando toca su violín, el público pierde casi el sentido, hasta tal punto son prodigiosas sus interpretaciones, que te arrebatan el alma..."
Sin embargo, dicho triunfo fue efímero, pues el 30 de mayo de 1820, la vieja gitana se materializó en el interior de la alcoba de Ludvig Vom Raumz, llevando un misterioso bulto, tapado con un pequeño tapete de vivos colores... "¿Tienes todo en orden?", le pregunta, con fingido interés... Él, parco en palabras, señala las hojas manuscritas sobre la mesa, junto al tintero, en las que se puede leer "Ultimas voluntades y testamento"... "Muy bien... Entonces, túmbate tranquilo en la cama, y déjame hacer... Intentaré que no sufras demasiado, pues de cualquier modo, tu alma me pertenece..." Ludvig asiente de nuevo, y se tiende en la cama, arrepintiéndose tal vez del pacto, pero consciente al mismo tiempo de que poco puede hacer para alterarlo... Unos momentos después, siente un tremendo dolor, en el pecho, en la cabeza, y tiene la impresión de estar viajando fuera de su cuerpo, hacia un lugar desconocido...
Y entonces escucha las palabras de la vieja bruja, y comprende que le han engañado... "Te prometí la inmortalidad después de la muerte... Pero no te indiqué bajo qué aspecto... Comprobarás, sin duda alguna, las ventajas de tu nuevo cuerpo... No necesitas comer... Ni dormir... Ni descansar... Ni hablar... Ni llorar... Ni reír... Observa bien los detalles, los colores, las formas... ¿Verdad que te has convertido en una maravillosa marioneta? Serás inmortal... Y triunfarás siempre que toques... Pero siempre será otro el que se lleve el mérito..."
Desde aquella noche, Ludvig, convertido en marioneta, cumple cada día con su trabajo de ser el pelele de otro... Y es trasladado hasta el Puente de las Cadenas por manos profanas que se limitan a manejar sus hilos, sin gracia alguna, pues de todas formas él hace todo el trabajo... Han pasado ya 190 años... Y Ludvig sigue tocando, y tocando, y tocando... Aunque algunos espectadores jurarían que, durante unos momentos, en los ojos de la marioneta ha aparecido una solitaria lágrima...

CUANDO LLORAN LAS ESTRELLAS...


Erase una vez, un niño pequeño, que se perdió en el bosque... Es un niño de ciudad, de unos diez u once años, que jamás ha salido de su barrio, y que tampoco conoce los peligros de la arboleda... ni el miedo... Es la hora de la siesta, y sus padres y su hermana se han dejado derrotar por el "sopor pos-prandial", que los bocatas de chistorra, la ensaladilla rusa, las patatas de bolsa, unos huevos duros y, sobre todo, las cervecitas, resultan demasiado pesados para ellos... y se quedan dormidos sobre las gruesas mantas, bajo el venerable pino piñonero...


Marcial, sin embargo, no puede dormir, tal vez por la dureza del suelo, los cantos de los pájaros, o los extraños sonidos que le rodeaban... Un piñón cae sobre su cara... y luego otro... y un tercero... Tres piñones seguidos son demasiada casualidad, hasta para un niño adormilado, y por eso, abre los ojos... y escucha un leve silbido... Aunque fue ella quien le despierta por completo, sus ojitos legañosos y un poco miopes se abren como platos, al ver que una hermosa mujer (por llamarla de alguna manera) le hace señas desde el borde del pequeño claro, al mismo tiempo que, con una hermosa sonrisa y un dedo sobre los labios, le incita a seguirla...


¿Conoces algún niño que, completamente aburrido, no sienta la tentación de vivir una aventura? Pues Marcial es un niño como cualquier otro en ese sentido, y lo más importante, no conoce el miedo... Y por eso, se libera del brazo de su madre, que lo protege incluso en mitad del sueño, y gatea sobre la manta, hacia la señora vestida de negro... con esa cara tan blanca que da un poco de miedo... Tal vez, sería mejor si hablase, si dijera algo... Pero Marcial oye una voz en su cabeza, que le dice "Ven... No tengas miedo... Ven... Que yo te quiero... Ven..." La señora se va alejando lentamente del claro, y el niño la sigue... "¡Qué divertido! ¡Es como jugar al escondite!"


Y sin darse cuenta, o más bien sin importarle demasiado, el pequeño se va alejando, poco a poco, del claro, de sus padres y de su hermana... Sin tener idea de que jamás volverá a verlos, al menos, en aquella vida... Porque la señora de negro es, en realidad, el espíritu guardián del viejo bosque... Y necesita alimentarse de la vida de un niño, para continuar con su función... Marcial está muy entretenido siguiendo una misteriosa bola de luz blanca, muy brillante, que flota a un metro del suelo y que la señora le ha enviado para que juegue...


No se da cuenta de que han llegado a un estrecho pasadizo entre los árboles, ni mucho menos de que hay una extraña tela de araña, pero muy resistente, hasta que no queda preso en ella... Y entonces, ya es demasiado tarde... Un par de metros por delante, la señora muestra por fin su verdadera naturaleza y, desprendiéndose de sus vestiduras humanas, estira perezosamente sus enormes patas, hincha su abdomen, y se dirige, lentamente, hacia el niño... Marcial tiene miedo, odia las arañas, pero de todas formas, forcejea en la maraña de hilos... Y es entonces cuando se da cuenta de que no está solo en aquella tela: unos primorosos paquetitos de hilos de seda conservan los restos de otros niños, que la guardiana también ha atraído, separándolos de sus padres, durante los últimos años... ¿Ritual salvaje? No creo, más bien, simple necesidad...



Aquella noche, mientras sus padres lo buscan desconsolados, con toda la ayuda que han podido conseguir (amigos, vecinos del pueblo cercano, voluntarios, incluso algunos soldados de una base cercana), Marcial, cuyos ojitos miran sin ver el cielo despejado, ya no tiene ni miedo, ni frío, ni hambre, ni nada... En lo alto, las Lágrimas de San Lorenzo caen como una lluvia plateada... Y el viejo pastor, que se ha unido a la búsqueda, mueve la cabeza, apesadumbrado... Porque él sabe que, cuando lloran las estrellas, un niño ha muerto en la Tierra...


DIEZ CONSEJOS AL ANIMAL HUMANO



Una de esas cálidas mañanas de verano, en las que no hay casi nadie en el Zoo de Madrid, y antes de que abrieran las puertas a los visitantes, los animales, prisioneros de guerra de un conflicto nunca oficialmente declarado, pensaron que ya había llegado la hora del cambio... Que ya estaban hartos de permitir que los hombres, esos "animales racionales", no hicieran más que hablar del cambio climático, del medio ambiente, y de las políticas de conservación de la naturaleza, que siempre se quedaban en buenas palabras... Pues, aunque "ellos" pensasen que los animales eran estúpidos, o que no les entendían cuando hablaban en su presencia, era más bien al revés... Pues todos los animales del parque eran capaces de entender perfectamente a los humanos, y no solo eso, sino que habían desarrollado un nuevo lenguaje, el "animalanto", que les permitía entenderse a la perfección, desde la primera ardilla hasta el último pingüino...

Por eso, aunque solamente para los humanos, aquella mañana, un aparente barullo ensordecedor se propagó desde la primera hasta la última celda, incluso las arañas, los reptiles, y todos aquellos animales que por una u otra razón estaban aislados, tuvieron la ocasión de responder a tres importantes preguntas: "1. ¿Os parece bien lo que está haciendo el hombre con el planeta? 2. ¿Os preocupa el cambio climático? 3. ¿Podemos mejorarlo?" La mayor parte del trabajo, al menos la más complicada, la realizaron los babuinos, elaborando unos detallados listados con cada animal, su nombre y su ubicación, rascando la arena del suelo. Los animales que estaban más cerca, o los de voz portentosa como el elefante, votaban directamente. Los gorriones, las palomas y otros pequeños pájaros, hicieron de expertos mensajeros... Y los resultados no extrañaron a nadie: más del 80 % del censo votaba "NO" a la primera pregunta; un 90% "NO" a la segunda; y un 95% "NO" a la tercera...

Con la llegada del primer visitante, y constituidos en pequeños gabinetes de crisis, como si fuera una Asamblea de las Naciones Unidas, versión zoológico, los animales empezaron a trabajar... Y siguieron trabajando al día siguiente... Y se prolongaron durante varias semanas, pues era necesario que cada grupo se centrase en elaborar propuestas concretas para el ámbito de su competencia, o más bien por su elemento: todo el mundo saque que los animales de tierra firme tienen una visión del mundo muy concreta (bolsas de basura, residuos tóxicos, sobre-explotación de los terrenos, agricultura intensiva...); mientras que los pájaros tienen más perspectiva al sobrevolar amplias extensiones, pero también tienen sus propios problemas (poco alimento, persecución indiscriminada, los dichosos molinos de viento, la polución de las ciudades...); y los que se desenvuelven el ríos, lagos y mares también deben superar complejísimos retos (aguas envenenadas, contaminación como los archipiélagos de bolsas y plásticos, vertidos industriales, disminución del alimento...)... No participaron, es cierto, ni los animales de compañía (salvo una pequeña colonia de gatos callejeros), ni aquellos que los hombres destinaban a su alimento...

Durante dos largos meses, los delegados de cada elemento, reunidos en comités de crisis casi todas las noches, se dedicaron a unificar todas las propuestas, todas las recomendaciones, y todas las recriminaciones de los animales al "animal humano", bajo la forma de un Manifiesto, que los mandriles grabaron, con letra clara y en perfecto castellano, en las paredes de su habitáculo, tarea que fue repetida por distintos simios. Era un decálogo, que posteriormente escribió el diminuto mono araña en la oficina de contabilidad del parque zoológico, que fue fotocopiado hasta la saciedad, y distribuido en mano a los atónitos visitantes en aquél tercer domingo del mes de agosto. Este era su texto:

"De todos los animales del Parque Zoológico de Madrid, para el animal humano:

1º. No eres el peldaño más elevado de la pirámide evolutiva, por encima de tí están los gusanos que comerán tu cadáver.

2º. No eres el amo de la Tierra, ella es la Gran Madre que te soporta, y te sostiene... mas no para siempre.

3º. No tienes derecho a arrasarlo todo, a esquilmar los bosques, a construir tus autopistas y carreteras que laceran la Tierra.

4º. Los recursos del planeta son limitados, tu codicia y estupidez no lo son.

5º. Si contaminas el agua con tus toxinas, tus vertidos, y tus porquerías, envenenarás (más aún) los mares, y te quedarás sin alimento.

6º. Si envenenas el aire, dañas la atmósfera, y vas de cabeza a la extinción... Lo que tal vez no sea una mala idea...

7º. Si no respetas la tierra, la contaminas, la vuelves estéril, terminarás comiendo las rocas y la arena del desierto.

8º. Todo aquello que le hagas al planeta Tierra, más pronto o más tarde, se te devolverá con creces: esterilidad, problemas pulmonares, enfermedades extrañas, cáncer...

9º. Por muy poderoso que te creas, por muchas armas que tengas, por mucho que nos extermines, nos confines, nos explotes... hasta el más pequeño de los virus puede matarte...

10º. Eres un invitado, no muy deseado, en este planeta... Y si lo destruyes, te quedarás sin nada... Recuerda que, en el fondo, no eres más que otro animal..."

Este Manifiesto, que fue elaborado en el Zoo de Madrid, y que también se difundió a los restantes zoos de España, fue presentado en sociedad por una delegación de pingüinos, quienes entregaron una de las primeras copias al representante de los ecologistas. Pues, a pesar de todo el sentido común que en el fondo emanaba de sus consideraciones, los animales seguían careciendo del don de la palabra, y necesitaban por lo tanto de un portavoz.

Dos meses después, a primeros de octubre, y con la colaboración necesaria de los portavoces de grupos conservacionistas, ecologistas, y en general, de todas aquellas personas que se preocupan por el mantenimiento del equilibrio de la vida en la Tierra, se remitió a la Comunidad Europea un documento de capital importancia, que fue debatido apasionadamente, hasta el punto de que tan solo un puñado de votos marcaría la diferencia...

Pero esa es otra historia...

LA NIÑA LUNA... Y EL GATO NEGRO



La niña Luna mira por la ventana de su habitación, abrazándose las rodillas con sus blancos brazos, y con ese pijama rosa que tanto le gusta... Sus largos cabellos negros se extienden como zarcillos de sombra sobre la almohada, algunos llegan al suelo, y otros reptan por el alfeizar de la ventana...

Otra niña cualquiera tendría miedo, de estar sola en casa, de ver el bosque negro, de los pequeños y grandes ruidos de la casa que se enfría, en aquella cálida noche del mes de septiembre... Su negro gato, Negro, también está mirando por la ventana, pensando en sus cosas, mientras también mira la luna...
Cuarto menguante en el cielo, mas cuarto creciente en dos corazones, tan diversos... Y Negro piensa..."Quién fuera humano, de su edad, para robarle un beso... Quién pudiera hablar, para decirle, lo mucho que la quiero... Que me muero por sus ojos azules... Que sufro cuando llora, y no puedo hacer nada... Mis posturitas, y ronroneos, y mis caricias, son poca cosa, para llenar sus sueños... Mi niña no llora, lo sé, pero está sufriendo... Quién pudiera ser su amigo, su compañero..."

Y la niña Luna, también piensa, bajito, al verlo... "Quién fuera gatita, para ronronearle, todo mi afecto... Quién tuviera siete vidas, para pasarlas a su lado... Me gustaría cazar bichitos en la pradera, a su lado, bajo la luz de la luna, o perseguir mariposas, y ranas... Y volver, luego, al cálido refugio, a nuestra casa, y compartir cesto..."
Y cuenta la leyenda, que el hada de la luna, que tantas veces había oído aquellos deseos (porque no necesita que nadie diga las cosas en voz alta, basta con desearlo de verdad...), se apiadó de ellos... Y desde aquél momento, la primera noche de luna nueva, Luna se vuelve gatita, blanca y negra, y la pasa entera con Negro, en feliz libertad por la amplia pradera y el bosque negro... Y la segunda noche, es Negro quien se vuelve humano, un niño de doce años, los mismos que Luna, de gigantes ojos negros, y pasan todo el tiempo juntos...
Por eso, Luna y Negro se sonríen, sin mirarse, en silencio... Pues los dos saben que dentro de pocos días, volverán a estar juntos de nuevo...

CUENTOS DE LA LUNA AZUL


ERASE UNA VEZ.... Así empiezan casi todos los cuentos clásicos, los de toda la vida, aquellos que son susurrados desde la boca de los padres o los abuelos, hasta los oídos del niño pequeño... ¿Significa esto que los cuentos son solamente para los niños? ¿Que cuando te haces "mayor" -que alguien me defina esa palabra, por favor... ¿Mayor para qué? ¿Para emocionarte? ¿Para reirte? ¿Para llorar?-, los cuentos tienen que dejar de gustarte?


No, al menos, yo no creo que sea así... Y afortunadamente, algunos genios, como Jorge Bucay, están demostrando sobradamente que los seres humanos necesitamos cuentos, muchos cuentos, para seguir aprendiendo, para sentirnos vivos... Por supuesto, Julio Cortázar, Richard Bach, Rabindranath Tagore y otros muchos escritores, de ahora y de siempre, han cultivado este hermoso universo...


Y supongo, que ahora es mi turno, de escribir pequeños cuentos, algunas leyendas, pues en el fondo de mi alma, los ríos de tinta corren en esa dirección... Si decides acompañarme en este viaje, encontrarás dragones y princesas (sobre todo, princesas...), ranas, niños perdidos, niñas soñadoras, orcos y trolls, y cualquier otra criatura que se desplace sobre el teclado... incluso mi gato...


Una vez más, siempre es un placer tenerte de invitado...