lunes, 19 de marzo de 2012

UN TRAPO DE CUADROS ROJOS Y BLANCOS

Como si fuera posible hacerlo... te escribo para no olvidarte...

Lágrimas de tinta y de sal han corrido desde la última vez que nos vimos, la sal llama a la tinta, la alegría a la tristeza, y tu sonrisa a mis recuerdos...

Nos conocimos una tarde de marzo, bajo la lluvia, con mucho viento... Los dos nos refugiamos en el hueco de un portal, entre la puerta y el chaparrón...Calados hasta los huesos, intercambiamos una mirada, una sonrisa, un gesto...

Tú estabas muerta de frío, se te notaba en la mirada, en tu respiración; y por eso, te acercaste a mí, buscando el escaso calor que yo podía darte, temblabas todavía, pero menos que antes; tu hermosa cabecita, orgullosa; tu mirada, tan límpida y serena, me llevó a tomarte entre mis brazos; tu menudo cuerpo se amoldó sobre mi pecho, buscando más calor, debajo de mi jersey, bajo mi abrigo, lo más cerca de mi corazón...


Y así empezó nuestra gran historia de amor, nuestro romance imposible;dos solitarios se encuentran bajo la lluvia de marzo, en la ciudad gris; dos almas necesitadas de cariño y de amor, de comprensión y de ternura; cuando menguó la lluvia, salimos abrazados, indiferentes a las miradas, con tu preciosa cabecita rubia, y tus pequeñas patitas, tan mojadas, asomando entre dos botones de mi abrigo azul, que tanto te gusta; con una mano, te sujetaba; y con la otra, mantenía abierto el paraguas...


Hermosa gatita rubia de mis sueños, en cuanto llegamos a casa, te sequé con el primer trapo que cogí en la cocina, de cuadros rojos y blancos, que desde aquel momento se convirtió en tu talismán, tu símbolo, tu juguete; después, te puse un cuenco de leche tibia, y otro de atún en escabeche, comías con tantas ansias, que en pocos minutos te puse otra lata... ¿Quién le explica a un felino hambriento lo que puede o no comer?... Si luego descubrí que te apasionaban los mejillones picantes, los boquerones en vinagre, el queso manchego tierno, el chorizo de Pamplona, y las fresas con naranja...


Y después del alimento, la limpieza, comenzaste con tu larguísimo ritual,eliminando de tu enjuto cuerpo hasta la última mota de suciedad, barro, pelo, que te recordase a las calles, al ruido, a la soledad, a la lluvia... a la gris ciudad en la que nos encontramos, naufragos empapados... Yo me fui a cambiar, también estaba empapado después del paseo, y con la ropa de andar por casa y las zapatillas a cuadros de felpa, el típico regalo de madre para el hijo que se va a la gran ciudad, me senté en el sillón del salón, frente a la tele apagada, tranquilo... Hasta que saltaste a mi regazo, clavando las uñas en mis vaqueros, reclamando mi atención, el calor de mis manos sobre tu cuerpecito, mientras me mirabas, pidiendo mimos, y ronroneabas... dulcemente...

Unos días después, descubriste tu sitio favorito: el poyete sobre el radiador del salón... Sobre él te pasabas la mayor parte del invierno, ora mirando por la ventana hacia la calle Rioja, ora dormitando... y siempre pendiente de todo, de los pájaros, los niños, el autobús...


Muchas novias han pasado por mi piso desde aquella tarde hace ocho años, Linda, pero solamente se quedaban a pasar la noche aquellas que recibían tu aprobación, que curiosamente eran las que más me gustaban a mí, extraña pareja la nuestra, como escogiendo aquellas hembras amorosas que podrían darme lo que no podías tú, gatita linda de mis sueños... Pero cuando conociste a Eloísa, fue un gran flechazo mutuo, entre vosotras dos, tan grande, que incluso tuve celos al principio, lo confieso, por esas confidencias femeninas, por esas miradas, por los ratos que pasabas en su regazo... O cuando, años más tarde, ella hacía los patucos para el primero de nuestros hijos, que ahora tiene cinco años, y está mirando la lluvia desde la ventana del salón... Junto a ese radiador, con su poyete guateado, sobre el que tanto te gustaba pasar el otoño, el invierno, y la primavera si traía frío...


Hace casi un mes, el 28 de noviembre, te encontré muerta en tu cuna, como dormida... Y eso le dijimos a nuestro hijo Luis, "Linda está dormida, pero nos mandará uno de sus amigos, para que nos haga compañía, sobre el radiador... y en el brazo del sillón..." ¡Qué pequeña eras, Linda, qué ligera, mi gatita buena, mi gatita lista, mi gatita rubia!


Envolví tu cuerpecito en tu trapo de cuadros rojos y blancos, que tanto te gustaba, y salí, cómo no, bajo la lluvia, en nuestro último viaje juntos, paseando sin paraguas por los jardines de la Comunidad, con la lluvia enjuagando mis lágrimas, buscando un lugar donde pudieras reposar, hasta que llegase tu Resurrección en el Cielo de los Gatos... Reconocí un seto de camelias, el mismo bajo el cual tanto te gustaba pasar la tarde, con tu arnés y tu correa, tu ratón de peluche y tu trapo de cuadros rojos y blancos... Y allí te enterré, mi gatita Linda, mi linda gatita, con la pala amarilla de mi hijo, bien profundo, lejos del olfato de los perros, entre las raíces del seto florido...


Sé que cualquier tarde, o cualquier noche, en uno de mis paseos por el barrio, encontraré otro gatito necesitado de cobijo, y lo llevaré a casa, y se lo presentaré a Eloísa, a Luis, y a la pequeña Beatriz, y les diré: "Éste es un pequeño amigo de Linda, que nos lo ha mandado para que lo cuidemos, y para que nos cuide a nosotros..." Y ellos le pondrán un nombre, espero que no sea uno de esas horribles series de dibujos animados japonesas, prefiero algo más normal, como Chiqui, Gato, Minino, Despertador, Piolín... Incluso Lindo, por qué no... o Tito... se llame como se llame, ocupará un gran lugar en nuestra casa, en nuestro corazón... pero nunca será como mi gatita Linda...

1 comentario:

  1. Muy lindo!!Lloré unu...
    sólo que... Nombre más normal... Hay nombres japoneses muy lindos! Me encanta como escribes!!

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