lunes, 19 de marzo de 2012

CLAUDIA, BELARMINA Y MAITE

Erase una vez una niña...

Solo en los cuentos, las relaciones con los humanos tienen un final feliz... Solo en algunos casos muy concretos, los perros abandonados encuentran un segundo hogar, alguien que les quiera, les devuelva la confianza y la fe en esos animales de dos patas y demasiado ego... Solo en condiciones de extremo peligro, y de amor despedido, puede un humano ponerse delante de una potencial amenaza para su mascota... Y tal vez en esta historia se den todos aquellos factores, y algunos más, que nos devuelven algo de confianza en el autodenominado Rey de la Creación...

Todo sucedió en una antigua explotación agrícola basada en la sangre y el exterminio, muy parecida a ésta donde residimos... Los humanos habían alcanzado una extraña alianza con la Madre Naturaleza, al rechazar en su alimentación cualquier tipo de alimento que procediera de los demás seres vivos, aunque se permitían el consumo de huevos y de leche: eran por lo tanto ovolacto-vegetarianos, un colectivo que, junto a los veganos, más está luchando por los derechos de los animales. En aquella granja vivía una pareja de bípedos, Adán y Mafalda, junto con sus dos cachorros: una hembrita llamada Claudia, y un varoncito que ya estaba cambiando la voz (Sebastián). Ellos eran gente de ciudad, de los que no se preocupan nada del medio ambiente, contaminan con sus coches, polucionan el agua con pesticidas y vertidos, y envenenan el aire con mil contaminantes... Y es muy posible que hubieran seguido de aquella manera el resto de su vida, ajenos a todo el sufrimiento animal y terrestre que estaban provocando... hasta que enfermó Claudia...


De un día para otro, la cachorrita se cubrió de una tremenda erupción rojiza, al mismo tiempo que experimentaba fuertes dificultades para respirar y tragar. La llevaron corriendo al veterinario de humanos y, tras esperar más de dos horas en la sala de Urgencias, la llevaron a una especie de cortina con una superficie de reposo, y empezaron a hacerle numerosas pruebas, al mismo tiempo que le ponían una mascarilla sobre la cara. Claudia estaba muy nerviosa al principio, pero el suave gusto del oxígeno la ayudó a relajarse primero, y después a quedarse dormida, mientras sus padres y el médico hablaban... "Trastorno autoinmune... causa desconocida... alergias múltiples..."


Comenzó entonces un nuevo tipo de calvario para Claudia: el internamiento, durante casi un mes, en el Hospital, donde empezaron a hacerle mil y una pruebas... de test de alergias... de frotamientos y parches... Y los resultados fueron descorazonadores para los padres: Claudia había desarrollado una multialergia a los tejidos sintéticos, los plásticos (casi todos), la práctica totalidad de los conservantes alimenticios, y sobre todo, numerosos contaminantes atmosféricos, producto de la combustión de los motores de los coches, las calderas de los edificios... Ni siquiera los inhaladores y cortico esteroides más avanzados le servían de gran ayuda en una de sus crisis... La única solución, a falta de un tratamiento más efectivo, no era en apariencia demasiado viable: abandonar la Gran Ciudad, y mudarse bien al campo, o bien al borde del mar, en cualquier lugar lo bastante aislado para que su vida no corriese peligro...


Descubriendo "La Xana"


No, esta no es una de tantas historias de chica de ciudad se va al campo para salvar su vida... al menos, no del todo.... No hubo una ruptura completa con la ciudad, al menos, no al principio... Adán y Mafalda eran personas normales, ni ricas ni pobres, pero con una gran suerte: el que podían trabajar desde casa, tanto en la agencia de creativos publicitarios como en la traducción de libros del sueco al español... Una vez tomada la decisión de irse de Madrid, pues la vida de Claudia estaba en juego, solo faltaba decidir el "dónde"... La solución la obtuvieron de un escritor jubilado, amigo desde hace muchos años, quien les propuso arrendarles una pequeña granja que tenía en Asturias, muy cerca de Llanes, con algunos animales: un par de gallinas, un par de terneras, una vaca, un perro, un gato, y un par de ocas... Con el compromiso de cuidar de todos ellos y no permitir que se les hiciera mal alguno, Luis Rodríguez les entregó las llaves de la granja, que en aquellos momentos estaba cuidando un vecino (Vicente), y se separaron un cuatro de abril...


El viaje no fue especialmente complicado, pues los dos se turnaron para conducir, y a medida que iban dejando atrás cualquier tipo de rastro de la ciudad, el estado de Claudia mejoraba... A las dos horas, ya no necesitaba la bombona de oxígeno para ayudarla a respirar... Según iban pasando las horas, pues se trataba de un largo viaje, la cachorrita se iba sintiendo mejor... Cuando pararon en el Puerto del Escudo y salieron a dar una vuelta y admirar el paisaje, ya respiraba con total normalidad, y su piel había recuperado un aspecto mucho más saludable... A las siete y media de la tarde, alcanzaron su destino, la pequeña granja, entre la montaña y el mar: "La Xana", a secas...


El acceso se realizaba desde la carretera principal, a través de un pequeño sendero de tierra apisonada, que parecía abrirse paso en medio de los árboles, y por el que cabía solamente un coche (y no demasiado ancho). Después de conducir en silencio por el medio de la floresta, de repente, te encontrabas en medio de una parcela de unos mil metros cuadrados, limitada por tres de sus lados por un muro de piedras superpuestas, y en el cuarto, por el mar... Un estrecho sendero permitía descender hasta la playa, de rocas y gravilla, con varias enormes piedras cerca de la orilla, que se convirtieron en uno de los lugares favoritos de Claudia, durante aquella extraña primavera... Pero la mayor sorpresa fueron las propias instalaciones, ya que se habían restaurado completamente el edificio principal, formado por una planta y un tejado abuhardillado, en la que se encontraban la vivienda propiamente dicha, una gran despensa, y una zona para curar los quesos. Respetando la estructura original, la mitad del espacio estaba dedicado a una mezcla de salón y cocina, con gran chimenea incluida, y en una habitación aneja se había preparado un pequeño despacho para Adán y Mafalda... Misterios del Multiverso, a pesar del aislamiento de la granja, la señal de internet era perfecta... La buhardilla se destinaba a los cuatro dormitorios...

También había un establo, igualmente construido con recios bloques de piedra, y en él se encontraban los animales, que ciertamente estaban muy nerviosos, porque se habían acostumbrado a los cuidados del payés que los había acompañado durante los últimos años... Sin embargo, con la ayuda de Vicente, el vecino jubilado (que por otra parte seguiría visitándoles frecuentemente), los animales comprendieron que tal vez aquellos humanos eran diferentes de los demás... y la simple observación de su dieta les permitió comprobar que sus preferencias alimenticias se orientaban principalmente a los vegetales que cultivaban en su huerto, y a ciertos derivados de la leche...

Coqui y Blas, los perros, mostraron su aprobación tras un prolongado olfateo de absolutamente todas las pertenencias de los recién llegados, y prácticamente derribaron a la pequeña Claudia con todas sus muestras de afecto... Missi y Chiqui, los gatos titulares y expertos cazadores de ranas, ratas y topillos, tardaron más en dejarse seducir por los humanos... aunque apreciaron muchísimo las "pequeñas-latitas-doradas-de-ambrosía" que les pusieron a la hora de cenar, y terminaron pensando que "no estaban del todo mal" aquella misma noche, mientras contemplaban las llamas de la chimenea... desde el regazo de Sebastián, a quien adoptaron desde el primer momento como macho alfa... Las gallinas, Juanita, Puri y Rita, no tenían tiempo para ocuparse de "los nuevos amos"...

De todas formas, aquella noche, pues ya eran cerca de las doce cuando terminaron de colocar sus escasas pertenencias en las habitaciones y en la despensa, era demasiado tarde para seguir visitando la granja... y para descubrir a sus tres últimos habitantes, que aguardaban pacientes en el establo...

Claudia y Belarmina.... (y Maite)

Cuando Claudia se despertó aquella mañana, no estaba muy segura de dónde se encontraba, puesto que el conjunto del viaje no era más que una mezcla de sonidos, imágenes vagas, y sobre todo, de aromas... Tal vez fuera precisamente la ausencia de ruidos artificiales lo que más llamó su atención, puesto que ya no había otro murmullo aparte de la eterna canción del mar en la playa de guijarros, o del viento que se filtraba a través de los cercos de las ventanas... Era el típico día primaveral asturiano: una fina niebla lo envolvía todo, y aunque no era demasiado fría, es cierto que alteraba en buena medida las percepciones de los recién llegados... Pero el aroma que sacó a Claudia del sueño, antes incluso de que el maléfico despertador se hiciera oír, fue el café recién hecho, y el de pan caliente recién horneado... Vale, es cierto que una niña de once años no debería tomar café con leche para desayunar, pero tampoco deberían comer tanta bollería industrial, ¿verdad?


Ya son las once de la mañana cuando Claudia sale al patio y, pasito a pasito, alcanza el establo... Tal vez, otra niña se habría asustado de los olores que flotaban en el aire, mezcla de pienso, humedad, estiércol; o de su oscuridad... pero a ella no le importan ese tipo de cosas... Sus padres le han comentado que hay tres criaturas maravillosas en aquél establo, y que están esperándola para presentarle sus respetos... Y sin embargo, cuando de un cariñoso topetazo termina encima de un montón de heno, y un enorme hocico, cálido, al que va unido un cuerpo aún más cálido y enorme, no tiene ningún miedo... Es más, se siente protegida, amparada por aquella criatura tan grande, a la que no puede ver... Sabe que hay otras, de menor tamaño, Clotilde e Isabel, pero no le interesan tanto...


Aquél fue el primer encuentro de Claudia y Belarmina, la gran vaca Holstein de la cual obtenían la leche cada mañana, y en cierto modo es el final de nuestra historia, pues el resto, todos lo conocéis... Gracias a la gigantesca paciencia de Belarmina, la niña se fue acostumbrando a su nuevo entorno, y a moverse por él con seguridad... Una extraña comunicación, más allá de las palabras, y basada en el cariño, se instauró entre las dos... En lo único que no estaban de acuerdo era en los paseos por la playa: Belarmina siempre argumentaba que "los caminos de cabras no están hechos para las vacas... por eso somos vacas..." Por eso me tocaba a mí, como siempre, acompañarla en su deambular por la orilla...


Durante aquella primavera, Claudia no salió prácticamente de la granja puesto que, aunque su sistema inmunitario se restauraba lentamente, no les parecía demasiado adecuado el exponerla de nuevo a las toxinas del mundo urbano... Además, por sus características especiales, podía estudiar tranquilamente en casa... Sebastián se incorporó a mitad de curso al instituto de LLanes, y su carácter extrovertido y su gran altura y fortaleza le permitieron convertirse en la estrella del equipo de baloncesto local... Adán continuó con sus colaboraciones en la agencia de creativos, y también estableció contactos con distintas agencias asturianas... Mafalda descubrió que, al margen de sus traducciones del sueco y del inglés, le interesaba mucho la adaptación de los platos tradicionales a su estilo culinario... y ha comenzado a publicar un blog sobre el tema...


Y yo... bueno... He intimado bastante con Coqui... y estamos esperando cachorros... Al final, ha resultado que no era el brutote desalmado que yo pensaba, sino más bien el típico asturiano serio y taciturno, pero de gran corazón... Mi nombre es Maite, y soy el perro lazarillo de Claudia... Aunque desde que se mudaron a "La Xana", ella es posiblemente la única criatura del mundo que tiene a una inmensa vaca Holstein de lazarillo...

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