domingo, 18 de julio de 2010

GRILLITO Y EL FINAL DEL MIEDO


No hace muchos años, en todo caso menos de cien, que un niño pequeño, casi todas las noches de luna, se las pasaba mirando aquella cara tan grande y pálida, pidiéndole que no le abandonase jamás, pues solo ella, y nadie más que ella, era capaz de permitirle conciliar el sueño… Porque está aterrorizado por lo que vive, os lo juro, en el fondo de su armario, y que, a veces, se arrastra debajo de su cama, y se queda, acechando, esperando a que se quede dormido, para reptar, silenciosamente, por el colchón, como una serpiente, pero de ojos inmensos, y mucho más amenazador…


El niño, que se llama Juan, pero que todo el mundo le llama “Grillito”, con sus nueve años, ya no sabe qué más cosas puede llevarse a la cama como armas…




Ya tiene cuatro geyperman, una Barbie Mailbú, un tirachinas, una cebolla, una cabeza de ajos, un aerosol (recordad lo bien que iba contra el payaso demoniaco y asesino de “IT”, del Puto Rey Esteban), tres tampax, un paquete de kleenex y, lo más útil, una linterna sin pilas, que van por dinamo…Por eso, cuando la luna mostraba su oronda faz, Grillito duerme feliz, y tranquilo, pues nada malo saldrá del armario, para devorarlo en la madrugada…



Se lo cuenta a su padre, y le da un bofetón de ida y vuelta, “para que tengas algo que temer, y no un bobo monstruo…” Se lo cuenta a su madre, y le da… “dos cucharadas de aceite de ricino, que a los monstruos no les gusta…” Ni a él tampoco… Y Grillito, que se siente más triste, solo y desamparado que nunca, en aquél atardecer de lunes doce de enero, comprende que ahora y siempre, estará solo con el miedo, y por eso, quizás por el ricino, o por la bofetada, decide preparar una trampa infalible, para cazarlo, a él, al monstruo que acecha en el armario y bajo la cama…




Con el agua bendita, traza un círculo de protección, con cuatro piedras que ha comprado en la red, malaquita, turmalina, diorita y esteatita, inicia la trampa mística… Ya solo le falta colocar la última piedra, cuarzo rosado, para cerrar el pentángulo, cuando la fiera entre… Pero dan las dos, y las tres, y a las cuatro menos dos de la madrugada, Grillito escucha la puerta del armario, que chirría suavemente, y la ronca y profunda respiración del temible monstruo, que se acerca lentamente a la cama… Él no se mueve, la fiera se acerca, y penetra en el círculo, incompleto, de las piedras… Nota algo… Se para… Huele… Algo nuevo hay en el cuarto: ¡no se huele el miedo! Y justo cuando se prepara a meterse debajo de la cama, descubre que no puede hacerlo, un poderoso sortilegio se lo impide: la vieja y ajada mantita de lana, y el primer oso de peluche del niño, con seis pelos de gato negro, son más de lo que él puede soportar…



Por eso, retrocede, y en ese momento, Grillito sale del cesto de la ropa sucia, y con un gesto decidido, coloca la quinta piedra mística, la trampa se cierra, quedando atrapada la temida fiera… Con voz de Golum, promete una y mil veces darle cualquier cosa, lo que quiera, con tal de dejarle salir, y sobre todo, le pide que no encienda la luz, que tenga piedad, que él es una criatura de las sombras, y le cegaría, tal vez para siempre, si lo hace… Y se resiste, y bufa, y gruñe tan alto, que tiene miedo de que se despierten los padres… Pero de todas formas, tiene que verlo, y por eso, lentamente, se acerca y pulsa…



Y llega la luz… Y Grillito, al ver el auténtico aspecto del pavoroso “monstruo” que tanto tiempo le ha asustado, no puede evitarlo, y se tira al suelo, retorciéndose de la risa, mitigando como puede el sonido… porque ve la verdad… Ante él se yergue, con más de dos metros de altura, lo que parece el hijo bastardo de Chewaka y un Visón Frisé… Un engendro de pelaje rosáceo, pelado a franjas, sí, a franjas, como los caniches, con unas gafas de sol horteras, recién salidas del “Un dos tres”, unas sandalias de plataforma, sin las cuales se queda en poco más de un metro y diez, minifalda de cuero amarilla y camiseta blanda anudada al ombligo…



Y la cosa de sexualidad dudosa se retuerce bajo la luz, y Grillito se ríe, ahora ya a mandíbula batiente, del miedo, de él mismo, de la criatura, de las veces que no ha dormido, de la bofetada de su padre, del ricino de su madre… Y así le pillan los dos, con aire de recién despertados, pero no ven nada más que a su hijo, partiéndose el pecho, literalmente, de la risa… Incluso sin saber de qué se ríe, se alegran, por fin, de que haya terminado el miedo…



Al final de la noche, con sus padres ya más tranquilos, Grillito decide hablar con el monstruo, “Conejosaurio”, así le ha bautizado y, tras hacerle prometer un cambio, “que a partir de este momento serás bueno con los niños, y les harás reír, o de lo contrario informaré a la Federación de Monstruos S.A. de tu aspecto verdadero…” y le libera de las piedras mágicas (truco que aprendió en la red)…



Y por lo que se sabe, “Conejosaurio” todavía sigue así, con la misma ropa ridícula, completamente invisible para los adultos… Pero no para todos los niños del mundo, que están en los hospitales y en las clínicas, y que sufren, en cualquier lugar donde haya un armario, él aparece, y con juegos malabares, historias ingeniosas, mímica, y un poco de magia, va repartiendo una cosa: alegría e ilusión a todos los pequeños… y es feliz…



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