lunes, 13 de junio de 2011

EL TERCER DESEO

Seis y media de la mañana, de cualquier día del mes de marzo. Salgo del metro a toda velocidad, porque tengo miedo de llegar tarde al trabajo... Hay algo extraño en la acera, parece un envase, una aceitera vieja, o algo por el estilo. Miro el reloj, mi primera intención es pegarle una patada, y librarme así de parte de la ira que me domina aquella mañana... Pero, en vez de hacerlo, la meto en la mochila, protegida por una bolsa de plástico, y salgo a la carrera... Durante el camino, me parece escuchar algún gemido, una voz casi de ultratumba, pero imagino que será cosa del MP5, que todavía no domino, y del que salen los acordes de "Blind Guardian"...

Llego, literalmente con la lengua fuera, al trabajo, dos minutos antes de que suene el teléfono de control. Hablo con las señoras de la limpieza, las típicas quejas sobre el sueño, la falta de expectativas laborales, y por supuesto, el buen tiempo que está anunciado para la tarde... Buen tiempo del que ninguno de nosotros disfrutará... Una vez con el traje de romano, y sobre todo, con los famosos pantalones de pelo de camello reciclado y sobras de moqueta industrial (de color marrón) y la camisa auto-ensuciable beige claro, recojo mi desayuno en la cafetería, ya sabes, café con leche de soja y croissán, y me dispongo a leer el periódico por Internet...

Entonces, recuerdo el extraño objeto que encontré en la calle, y que estuve a punto de patear en un ataque de frustración mañanera... Abriendo la bolsa con cuidado, encuentro lo que parece ser una antiquísima lucernaria como las que hacían los romanos... Es de barro cocido, de unos diez o doce centímetros, y por su peso, juraría que está llena de algo, posiblemente de tierra, o quizás de algún líquido (¿lluvia de la noche anterior?)... Parece tener algo grabado: espero que no sea el típico rótulo de "Bébeme...", porque entonces la tiro a la basura... Pero no... el mensaje es tan extraño, que me pongo a reír yo solo... pues en el lateral, con letras perfectamente castellanas, pone "Lámpara maravillosa con genio incorporado marca ACME"... Se conoce que al reírme he activado un mecanismo, pues de las produndidades surge una voz: "¿Pero bueno, te parece una manera decente de despertar a un genio?¡Qué poco respeto!¡Esta juventud! ¡Venga, hombre, frótame de una puta vez, te concedo tus tres deseos, y me piro, vampiro!"...

Convencido plenamente de que se trata de una broma de cámara oculta, miro para todas partes, registro la recepción, que tampoco es tan grande, y compruebo que las únicas cámaras y micros disponibles son las que yo utilizo en mi trabajo... Y, movido por la curiosidad, froto la lámpara...

En aquél momento, y en medio de una humareda que huele sospechosamente a porros (y por la que más tarde tendría que ventilar toda la oficina, abriendo todas las puertas de emergencia), aparece una "cosa", pariente lejano de la Fu Man Chú, y empieza a recitar, con voz cansina: "Bienvenido al servicio de lámpara maravillosa marca Acme. Ha sido usted elegido al azar en su país y parte del extranjero, para que le sean concedidos tres deseos. Recuerde las normas: no se puede resucitar a los muertos, y tampoco se puede hacer que alguien se enamore de alguien. Los deseos pueden ser de presente, pasado o futuro... No olvide de todas formas que cualquier cosa que usted cambie o modifique en el pasado tendrá sus consecuencias, imprevisibles, en el presente y el futuro... Dispone usted de cinco minutos para ejercitar sus derechos, o declinar en favor de otra persona..." Y todo esto, mientras daba largas chupadas al narguile que también flotaba sobre el mostrador... Tres deseos...

El primero de ellos lo tengo muy claro, pues de todas formas, es algo que me lleva atormentando hace muchos años, y se lo murmuro muy bajito en la oreja... "Deseo concedido...", y de repente, noto que un inmenso peso desaparece en mi corazón, al mismo tiempo que recuerdo el Génesis, eso de "y observó el señor que aquello era bueno..." El segundo es más personal, relacionado con la salud, tampoco es para mí, pero un par de minutos después, al mirar su foto en la cartera, la veo radiante, hermosa, segura de sí misma, y, por supuesto, feliz...

El tercero es distinto, es solo para mí... Se lo digo al oído... y se queda callado... "¿Estás seguro?Mira que es una decisión irrevocable, que jamás podrás cambiar... Piensa que te olvidarás de todo lo que has hecho durante estos años, que posiblemente no volverás a escribir, que todos los buenos momentos que recuerdas a partir de ese punto de inflexión no podrás disfrutarlos... y que de todas formas, la muerte reclamará su presa..." "Sí, pero quiero hacerlo...", le respondí... "Recuerda que todo quedó dicho en aquella carta de 1994, y que, incluso queriendo, no podría modificar sus sentimientos, y hacer que se enamorase de ti, solamente chasqueando los dedos...", insistió el genio... "Lo sé... Por favor, amigo, haz tu magia, que ya nada tengo que perder...", le respondí... "Muy bien, amigo, así sea... y si tuviera corazón, estaría contigo..."

Y allí estaba yo... muchos años más joven, con el corazón lleno de esperanza, y la cabeza llena de pájaros, mientras un autobús de línea me llevaba rumbo al Sur...



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