martes, 14 de junio de 2011

LA CIUDAD DEL OLVIDO

No queda ya un solo rastro de aquella casa, de la que tanto se hablaba en la ciudad hace más de cien años... ni siquiera de la ciudad misma. Era un extraño lugar, no tanto por su apariencia, la de cualquier otro pequeño palacete, preservado por altas murallas, y en cuyo centro se encontraba una fuente. Era un elemento natural, se dice que el jardín y el palacete se construyeron directamente a su alrededor, y no al revés, y que un naranjo, y un limonero, ellos mismos centenarios, protegían siempre sus aguas de la luz del sol. Nadie tenía muy claro el motivo, si era por las aguas ligeramente sulfúricas, la sombra de los dos árboles, sus hojas y los pétalos de sus flores, pero lo cierto era que si bebías un sorbo de aquél agua, te podías olvidar de la última hora de tu vida...

¿Olvidar, para qué? Muy sencillo, para sentirte un poquito más libre, pues también lo olvidaban aquellas personas con las que habías estado durante aquél tiempo... Por eso, no era de extrañar que, si en mitad de las negociaciones por la compra de un rebaño de camellos, si el vendedor pensaba que sacaría un precio más elevado haciendo que el comprador olvidase las taras y defectos de los animales (joroba chata, patas endebles...), acudía presuroso a la fuente del olvido, bebía un solo trago, y renegociaba, consiguiendo un precio más alto... Sucedía lo mismo si un mal estudiante no había memorizado las lecciones de anatomía: alteraba los recuerdos del profesor, y de sus compañeros, y cambiaban el examen de día...  Pues aquella era la propiedad secundaria de la fuente: quien bebía de ella, recordaba lo sucedido, aunque un segundo trago borraba sus recuerdos...

La casa era pública, un bien de todos, el acceso gratuito, hasta que un avispado comerciante, llamado Solimán Al Muftí, decidió quedarse con la casa, bebiendo la suficiente cantidad de agua, para que todo el mundo olvidase la verdad sobre la fuente, es decir, su carácter público y gratuito, y él pudiera embotellar el agua en pequeños "Frasquitos del olvido", permitiendo a la gente comprarlos a cambio de una moneda de oro o dos de plata... Por supuesto, para que su plan funcionase, era necesario beberse una enorme cantidad de agua... Después de tres días con sus noches bebiendo (y orinando) sin parar, y comprobando que sus conciudadanos olvidaban partes de su vida... A las dos semanas, presentó un documento ante el representante del califa, justificando su propiedad... Siguió bebiendo otra semana, y reclamó la propiedad de la ciudad...

Lo que Solimán Al Muftí ignoraba era que, al haber menguado tanto el caudal del agua y por culpa de una sola persona, el olvido, la ausencia de recuerdos en todos sus conciudadanos sería absoluta, y permanente... mientras que su memoria también había sido modificada por el agua, y él jamás podría olvidar un solo detalle ni de su vida, ni la de los otros... Agobiado por su mala conciencia, sobre todo porque se había aprovechado de algunas mujeres jóvenes y adolescentes, Solimán Al Muftí pidió la ayuda de varias personas para arrancar los dos árboles, con lo que la fuente perdió sus propiedades, y él convirtió la casa en una escuela, para enseñar cosas de la vida, de sus vidas, a sus conciudadanos...

Con el paso de los meses y de los años, todos ellos retornaron a la normalidad, Solimán se disculpó ante los demás y se preparó para las represalias... Sin embargo, por sus cuidados, su paciencia y el cariño que mostró con ellos, y su arrepentimiento, le nombraron "El Guardián de la Memoria"... aunque tuvo que reconocer la paternidad de cuatro hijos, y casarse con aquellas mujeres... y perdió cualquier derecho sobre la ciudad y sobre los bienes que había adquirido ilícitamente...

Y desde entonces, siempre hubo un Guardián en la ciudad del olvido... hasta que fue tragada por las arenas del desierto... y de la fuente nunca más volvió a manar agua...



1 comentario:

  1. La memoria la llevamos en nuestra piel... ;)

    Gracias por todos los comentarios, durante el curso tengo el blog un poco apartado... por desgracia :P

    un beso!

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